La alimentación por excelencia para el primer año de vida, viene regida por la propia naturaleza y es la lactancia materna.

No existe un alimento más perfecto, tanto por sus cualidades nutritivas, sino por todo lo que aporta al lactante, tanto desde el punto de vista biológico como psicológico.  La leche materna es un alimento vivo, cambiante día a día, que se adapta a las necesidades del bebé desde el primer día de vida (calostro) y que sufre modificaciones cuantitativas y cualitativas a lo largo del tiempo.

Se recomienda poner al recién nacido al pecho materno lo más pronto posible tras el nacimiento, ya que la estimulación del pezón favorece la producción de leche y al mismo tiempo contribuye al apego entre el bebé y su madre. Durante los primeros días de vida la leche que se produce es muy rica en proteinas y sales minerales y se denomina calostro, si bien su cantidad es escasa, tiene un gran valor nutritivo e inmunitario, ya que es rica en inmunoglobulinas y protege al recién nacido de infecciones. Con posterioridad se debe continuar con la lactancia materna a demanda, adaptándose a las necesidades del niño y a su capacidad gástrica , reducida durante las primeras semanas de vida. Más adelante el niño irá distanciando las tomas lo que permitirá a la madre descansar más tiempo entre tomas.

La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva durante los 6 primeros meses de vida.

En caso de imposibilidad se dará leche de fórmula de inicio hasta los 6 meses y posteriormente leche de fórmula de continuación.

La alimentación complementaria suele iniciarse sobre los 6 meses de vida para los niños alimentados con lactancia materna, si bien en los niños alimentados con leche de fórmula se podría iniciar un poco antes, pero nunca debe hacerse antes de que el niño haya cumplido 4 meses. 

La alimentación complementaria, como su nombre indica complementa a la leche materna, pero no la sustituye. 

Se suele empezar con los cereales sin gluten y posteriormente con los cereales con gluten. La introducción del gluten cuando el niño aún recibe lactancia materna parece disminuir el riesgo de enfermedad celiaca y la introducción de nuevos alimentos cuando el niño aún recibe lactancia materna disminuye el riesgo de alergia alimentaria.

Las papillas de frutas y de verduras con carne de pollo o ternera se introducirán de forma progresiva. Entre cada alimento nuevo se debe dejar pasar unos días para observar su tolerancia y posible aparición de alergias.

El pescado blanco puede introducirse en los purés de verduras sobre los 8 meses de edad.

Un poco más adelante , sobre los 9 meses se suele introducir la yema de huevo cocido, en pequeñas cantidades y sobre los 10-12 meses la clara de huevo, siempre bien cocido para evitar alergias (la clara de huevo cruda o poco cocinada es muy alergénica)

Las legumbres suelo recomendarlas sobre los 9-10 meses y siempre cocinadas con verduras y aceite de oliva, sin añadirle sal ni condimentos. Se pueden dar trituradas o pasadas por pasapurés para evitar exceso de fibras de la piel de las legumbres.

A partir del año de vida, si bien el lactante continuará con leche materna o de fórmula se irán introduciendo alimentos variados, para ir integrado poco a poco al niño a la alimentación de resto de la familia, evitando alimentos no recomendables para esta edad como las chacinas, los mariscos y los frutos secos (estos últimos presentan riesgo de alergias y de atragantamientos)