Durante años he pensado escribir un artículo con reflexiones acerca de la maternidad/paternidad, pero no encontraba el momento oportuno, porque siempre anteponía  otros asuntos, como aquellos relacionados con enfermedades de la infancia, alimentación y patologías de última hora (listeria, coronavirus o fiebre del Nilo).

Pero ha llegado el momento.

Cuando una pareja, o una persona en solitario decide tener un hijo, puede hacerlo por diferentes motivos, deseos de dar la vida a un nuevo ser, cumplir una ilusión de ser madre/padre, ampliar una familia ya existente, dar compañía a otro hermano, búsqueda de perpetuación de nuestra vida en un nuevo ser y un sinfín de causas. Pero a veces, no se es consciente de la gran responsabilidad que ello supone para el resto de nuestra vida.

La maternidad/paternidad responsable no es fácil. Un hijo no es un bien de consumo, es el trabajo más difícil de nuestra vida, para el que muchas veces no se está suficientemente preparado y nuestra mayor responsabilidad, que no termina, ni incluso cuando nuestros hijos ya son seres autónomos.

Cuantas veces, ante unos padres que vienen a sus primeras visitas con un recién nacido, les he comentado en un tono un poco jocoso "ya se os acabó el dormir tranquilos para el resto de vuestra vida" y especialmente a aquellos padres que vienen preocupados por pequeños problemas como el llanto en los primeros meses de vida o los numerosos despertares nocturnos, que les trastorna su descanso. 

Y ¿cómo influye el nacimiento de un hijo en la relación de la pareja? Es cierto que las cosas cambian, sobre todo con el nacimiento del primer hijo. Los padres ven que han perdido parte de su libertad de movimientos y tienen que dedicar gran parte del día, y de la noche al cuidado del niño. Ocurre en ocasiones, que los padres han soñado con un bebé idílico, como esos que aparecen en las fotos de las revistas o en anuncios publicitarios, niños quietos, sonrientes, que no lloran, algo así como un muñeco inanimado y a veces sufren una decepción cuando se encuentran con un bebé que reclama su atención continuamente , que llora, que protesta, que da malas noches y que les obliga a cambiar su forma de vida y sus rutinas, necesitando en ocasiones que los padres tengan que hacer turnos en sus cuidados para poder descansar algún rato. Las relaciones entre los padres pueden resentirse, por sus diferentes criterios sobre la  forma de atender al hijo, incluso pueden surgir celos. Si la pareja está cohesionada y bien avenida, un hijo puede ser una fuente de satisfacción y la mayor felicidad para los padres, pero si no han madurado como pareja el nacimiento de un hijo no ayudará a su cohesión sino que será una fuente de conflictos. 

Podríamos decir que los hijos no nos pertenecen, en el sentido literal de la palabra, que no son como una propiedad. Son personas a las que debemos la obligación de cuidar y atender hasta que sean adultos responsables de sus propias vidas y cuyas necesidades deben ser antepuestas a las propias nuestras. La maternidad/paternidad exige un esfuerzo y un sacrificio constante en aras del beneficio de nuestros hijos. Esta llena de renuncias, durante toda su crianza y nada mejor que cuidarlos con esmero y educarlos cada día con nuestro ejemplo. Sobran las palabras, son los hechos los que definen a los padres responsables.

El amor a nuestros hijos nos ayudará a superar las dificultades y criar a los hijos en ese amor es la más hermosa misión que se nos encomienda en nuestra vida.